Una nueva inteligencia (Parte 1).
- JorgeAurelioMx

- 27 may
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 15 jun
La esencia de la técnica no es algo técnico.
-Heidegger.
Vivimos tiempos en los que la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso. Entre tanto asombro, temor y fascinación, emerge una pregunta que va más allá de la técnica: ¿cómo conservar nuestra humanidad en esta nueva era? En esta entrada reflexiono sobre el cruce entre lo humano, lo artificial y una nueva “inteligencia”.
Con frecuencia observo cómo ciertos temas se repiten una y otra vez en cortos periodos de tiempo. A veces, como reflejo de lo que ocurre en el mundo; otras, como consecuencia de una conversación cuidadosamente provocada. Pero, en realidad, la línea que divide lo espontáneo de lo deliberado es tan difusa como irrelevante cuando el tema ya se ha instalado en la conciencia colectiva. Lo cierto es que hay cuestiones que, por su fuerza, nos atrapan, nos interpelan, nos empujan a pensar y nos exigen tomar postura.
Uno de estos grandes temas es, sin duda, la inteligencia artificial. Su irrupción provoca desde las más excitantes esperanzas —que rozan la fantasía— hasta los pensamientos más escépticos, cargados de sospecha. Algunos la ven como la puerta hacia un futuro de posibilidades infinitas; otros, como una amenaza que nos desborda.
Este tema se ha convertido en campo fértil para debates que van desde lo epistemológico —que no solo cuestiona su uso, sino su propia noción— hasta lo práctico, que analiza su alcance. Pero hoy no quiero detenerme en eso. No porque no lo considere importante, sino porque hay otra idea que me interesa atender: la inteligencia híbrida.
La inteligencia híbrida es aquella forma de inteligencia que surge de la superposición de lo humano sobre lo cibernético. No se trata de una sustitución, sino de una simbiosis. Es el ser humano quien entrena al algoritmo, quien define su uso, quien establece los límites, y quien —consciente de ello— encuentra en esta herramienta una forma de ampliar sus capacidades. El ser humano no cede el control: lo orienta. Aquí, la tecnología no reemplaza, sino que amplifica. El algoritmo se convierte en una extensión de nuestras decisiones, de nuestros criterios, de nuestros valores.
A esa nueva forma de "inteligencia" la concibo como un punto de encuentro: un espacio en el que lo humano se extiende y se potencia gracias a la tecnología, sin disolverse en ella.
En este nuevo paradigma, el potencial es inmenso. El ser humano puede expandir sus capacidades, acelerar sus procesos, profundizar sus análisis. Pero esa potencia también exige claridad: saber quién guía a quién. Entender que no se trata de un reemplazo, sino de una relación. Y como toda relación, necesita un eje ético.
La ética, entonces, no es una reflexión secundaria. Es el faro imprescindible. Porque toda invención humana puede ser usada para construir o para destruir, para liberar o para someter. La historia está llena de ejemplos. Verlo así nos exige responsabilidad; nos compromete. Porque si de esta fusión emerge una nueva forma de inteligencia, necesitaremos una ética viva, que nos recuerde que el sentido de lo que hacemos no está en la herramienta, sino en cómo la usamos. Para qué. Para quiénes. Con qué propósito. No lo olvidemos: detrás de cada algoritmo hay una decisión humana. Cada sistema se entrena, se corrige, se guía por personas. Y si esto lo tenemos claro, el panorama deja de ser sombrío y se abre, lleno de posibilidades.
Tener conciencia de ello nos permitirá dar paso a la inteligencia híbrida, y movernos más allá del miedo a la deshumanización o de la idolatría de la máquina. Nos sitúa en una posición activa y responsable.
Y ahí está el gran desafío: ¿cómo formar a las nuevas generaciones para convivir con esta tecnología sin perdernos en el intento?
Aquí es donde la formación cobra un papel central. Pero no basta con cursos técnicos ni capacitaciones instrumentales. Eso se aprende —y se seguirá aprendiendo— de manera cotidiana, casi natural, con todo lo bueno y lo peligroso que eso implica. Lo vemos cada día: niños que dominan plataformas sin que nadie les haya explicado cómo, adultos que incorporan nuevas aplicaciones casi por intuición. Lo técnico se aprende desde lo cotidiano, pero lo humano requiere guía. Lo urgente no es enseñar a operar herramientas, sino a discernir su sentido.
Por eso, el papel de la educación hoy es más importante que nunca. No como transmisora de instrucciones, sino como generadora de sentido. Las escuelas, más que espacios de entrenamiento tecnológico, deben ser lugares donde se cultiven las virtudes. Donde se dialogue sobre el bien común. Donde se valore la empatía, la responsabilidad, la compasión.
La verdadera formación debe apuntar a algo más profundo: encaminar a las personas hacia la virtud, hacia el desarrollo ético de sus capacidades. Solo entonces esta tecnología dejará de ser una amenaza y se convertirá en una aliada para el florecimiento humano.
La inteligencia híbrida no será peligrosa si es guiada por la sabiduría, bondad y honestidad de quien la usa.
La historia nos lo ha mostrado una y otra vez: no es la herramienta la que cambia el mundo, sino el uso que hacemos de ella. Desde el fuego hasta la imprenta, desde la rueda hasta internet, cada revolución ha traído consigo una elección ética. Hoy, con la inteligencia artificial, estamos ante otro de esos momentos. Y no podemos eludirlo. La academia tiene un papel crucial. Y más aún, insisto: las escuelas. Por eso, la encomienda es clara: no formar usuarios eficientes de la tecnología, sino personas virtuosas, capaces de decidir con libertad y conciencia cómo utilizarla. Porque, al final, lo que importa no es lo que la inteligencia artificial puede hacer, sino lo que el ser humano decide hacer.
No hay que temer al futuro, sino crear las condiciones intelectuales, éticas y morales para habitarlo con sabiduría. La verdadera revolución no es tecnológica, sino ética. Que la inteligencia híbrida nos potencie sin deshumanizarnos. Que el alma nunca quede atrás.
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Profesor Jorge Aurelio.
Fundador y Director de Asesoría Pedagógica Integral®
Maestro en Dirección de Instituciones Educativas • Maestro en Desarrollo Cognitivo • Orgullosamente Normalista.







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